Vindicación de la incomodidad en el arte por Ezequiel Morfi

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Vindicación de la incomodidad en el arte por Ezequiel Morfi

Descubre las reflexiones de Morfi sobre por qué la inmediatez y la comodidad pueden diluir nuestra experiencia artística y cómo recuperar el verdadero placer de escuchar música.

Una de las tantas desventajas del mundo actual es el imperativo mandato de velocidad e inmediatez para cualquier tarea. Otra son los grupos de WhatsApp, desde luego. Pero la primera, asociada al mundo del arte y aquello que lo rodea, como nuestra profesión como productores o técnicos, puede ser invisiblemente letal y, lo que es mucho peor, resultar igualmente fulminante a la hora de querer acceder a una cabal apreciación, un disfrute pleno, de aquello que más nos gusta, la música, casi de una forma análoga a aquella por la cual ya nunca sabremos lo que es el aire puro o el sabor natural de los alimentos en esta época en la que nos ha tocado vivir que, no obstante, hay que decirlo, también tiene sus cosas buenas, como el llamado telefónico de un bot desde un call center o el comentario de un hater en un post.

Asociar la comodidad y la facilidad de acceso con la experiencia de exposición a una forma artística es una acción muy peligrosa que conlleva el riesgo de licuar el deleite completo de la propia actividad y, algo todavía más terrible, amenaza con convertirse en una modalidad habitual que impedirá, a la larga, que podamos pararnos frente a las obras y saborearlas en su total y verdadera dimensión, más allá de nuestras propias limitaciones en la comprensión y el entendimiento de la misma. En el mundo de la música, esta sombra se cierne ya sobre toda la población incluidos los propios defensores de la buena escucha (o sea, nosotros) al punto tal de que no resulta hoy infrecuente visitar un gran estudio de logrado tratamiento acústico y con un importante sistema de monitoreo y cuyo dueño nos invitará, casi de modo desafiante, a sentarnos y escuchar lo que nosotros queramos mientras va abriendo no sin cierta desvergüenza una plataforma de streaming de dudosa calidad de reproducción (¿todas?).

Pero para nada es criticar el audio lossy ni quejarme por las publicidades que se atraviesan en medio de una escucha lo que me propongo hoy y ni siquiera voy a agitarme por la rotunda ausencia de un arte de tapa o de créditos decentes en los lanzamientos discográficos de la actualidad. Después de todo, mi generación y las vecinas anteriores han sabido hacer uso de cassettes con el mismo piso de ruido que la Av. 9 de Julio y de CD-Rs cuya portada únicamente engalanaba una hoja rallada y el logo de Verbatim® y, así y todo, disfrutar del contenido artístico de estos medios plásticos. No, aquí el foco estará puesto en el enemigo número uno, la cómoda inmediatez y el acceso ilimitado e irracional que promete licuar subrepticiamente el valor del arte.

El desafío actual para toda la sociedad, en especial para los más jóvenes, es el de recuperar espacios y momentos para una escucha real de la música grabada, sin mayores interrupciones, con cierta concentración en lo que se eligió reproducir y con una actitud por lo menos respetuosa de la forma de arte. No hace falta sostener una copa de vino tinto en una mano y acariciar a un galgo con la otra para esto. Y ciertamente, si nuestra fuente de música es una app, que funciona desde un dispositivo que tiene otras apps que seguramente interrumpirán nuestro momento a solas con la música, ya estamos en problemas.

AES LAC web image Morfi y Jero Cilveti
Morfi junto a Jero Cilveti durante el AES LAC Ecuador 2023

En verdad, estamos en problemas si esta es nuestra única forma de acercarnos a la música como forma de arte. Si ponemos a reproducir un tema por streaming mientras contestamos un par de mensajes de WhatsApp camino a la facultad o en la bicicleta fija del gimnasio, me parece bien y ciertamente es algo novedoso y positivo de las últimas tecnologías. El asunto está cuando esta metodología, por práctica, cómoda, barata, inmediata, instantánea y habitual se transforma en la sola y única forma de exposición a la música grabada suplantando la vieja y sana costumbre de escuchar un disco. Ahí es cuando las condiciones se empiezan a dar para que, sumadas la urgencia y vertiginosidad del ritmo del mundo moderno, las escuchas profundas de un material sean cada vez menos y luego muchos pobres inocentes anden por allí opinando sobre obras que creyeron haber escuchado y comprendido sólo después de una o dos reproducciones, en quién sabe qué contexto, y con los ojos puestos en un reel de Instagram. A todos ellos no hay que creerles cuando desaconsejan escuchar el último álbum de Lana del Rey o abogan en favor de la última sesión de BZR.

La pérdida de un material gráfico que acompañe y complemente a una obra artística tampoco es menor y, lejos de hacer apología de algo tan abominable como lo es la moda del packaging, la realidad es que la nueva cultura de desconocedores de créditos de discos, muchos de los cuales se llaman a sí mismos productores, suscita cierta preocupación. No es de enciclopedista tibetano tener una mínima noción de en qué año se grabó “The Game” de Queen o en qué estudio se mezcló “Fragile” de Yes. Que toda esta información esté disponible en Wikipedia tampoco sirve demasiado ya que desacopla los datos de la obra, que solía venir acompañada por un booklet que fungía como una extensión de la creación artística y, por lo mismo, de alguna forma constituyente de ésta.

En definitiva toda esta crítica aparentemente descarnada al mundo moderno no tiene otro propósito más que el de alertar, llamar la atención, sobre nuevas prácticas que, per se, no son malignas ni perjudiciales pero que, cuando nos alejan de otras viejas formas de acercamiento al arte (porque no voy a decir justamente ‘consumo’ en un tratado como este) y se vuelven excluyentes pueden dejarnos un poco anestesiados al impacto emocional de escuchar un buen tema o un buen disco. Y, especialmente, sugerir el postulado de que aquello que nos cuesta cierto esfuerzo, comodidad o tiempo muchas veces termina aportando valor adicional a la experiencia emocionante que pretendemos obtener cuando ponemos play a algo.-

Lic. Ezequiel Morfi | TITANIO Studios

morfi@titaniostudios.com

@ezequielmorfi

@titaniostudios


Sobre el autor

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Ezequiel Morfi es técnico de grabación, mezcla y mastering. Se desarrolla también como productor musical de artistas rock/pop. Es miembro activo de AES, sociedad para quienes ha brindado seminarios y talleres en varias ciudades del mundo.

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