El oído y su papel en la percepción multisensorial 

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El oído y su papel en la percepción multisensorial 

En el nuevo blog de #GenelecLAT, Berni Ubidia nos invita a explorar la percepción multisensorial y cómo el oído, como mediador entre los sentidos, enriquece nuestra experiencia del mundo. Un fascinante recorrido por la integración sensorial en la vida cotidiana.

Por Berni Ubidia

De pequeños, nos enseñan en la escuela que los sentidos son cinco: vista, tacto, gusto, olfato y oído. Como cinco superhéroes con poderes únicos, cada uno parece operar de forma independiente, con límites claros que separan sus dominios. Sin embargo, esta idea es una simplificación casi ingenua de una realidad mucho más compleja y fascinante. Nuestra mente no procesa la información sensorial de manera aislada; es una obra maestra de integración, donde los sentidos trabajan en sinergia para construir nuestra percepción del mundo y, en esencia, nuestra realidad.

El fenómeno de la percepción multisensorial nos permite navegar las complejidades del universo con una fluidez que parece automática. Entre todos los sentidos, el oído ocupa un lugar singular, funcionando como un puente entre modalidades sensoriales. Es el diplomático de los sentidos, el mediador que conecta y enriquece nuestra experiencia perceptual.

En la jerarquía sensorial, la vista ha sido tradicionalmente coronada como la reina. Desde Aristóteles, quien la describió como “la ventana al alma” en De Anima, hasta estudios modernos como The Eye and the Brain de Richard L. Gregory o Los engaños de la mente de la Dra. Susana Martínez-Conde, la supremacía de la visión ha sido defendida una y otra vez. Sin embargo, esta supremacía no implica aislamiento: la vista no opera en solitario. Su colaborador más cercano es el oído, y juntos forman un dúo dinámico esencial para nuestra percepción.

La captación del sonido comienza en el oído externo, que canaliza las ondas sonoras hacia el tímpano, donde se transforman en vibraciones. Estas vibraciones se transmiten a través de la cadena de huesecillos en el oído medio hasta llegar a la cóclea en el oído interno, donde se convierten en impulsos eléctricos que viajan por el nervio auditivo hasta el córtex auditivo primario, localizado en el lóbulo temporal. Por otro lado, la visión inicia con la captación de luz en la retina, donde los fotorreceptores —conos y bastones— convierten las señales luminosas en impulsos eléctricos que viajan a través del nervio óptico hacia el córtex visual en el lóbulo occipital. Ambos sistemas trabajan en paralelo y se integran en áreas como el colículo superior, donde la información auditiva y visual se sincroniza para generar una representación coherente del entorno.

Un ejemplo paradigmático de esta colaboración es el efecto McGurk. Cuando la información visual y auditiva entra en conflicto, se produce una especie de cortocircuito perceptual que altera nuestra comprensión del habla. Si escuchamos “ba” mientras vemos el gesto vocal de “ga”, podríamos percibir algo completamente distinto, como “da”. Este mismo principio explica por qué un doblaje desincronizado en una película puede hacer que ciertas palabras se vuelvan incomprensibles; la falta de alineación entre lo que vemos y lo que oímos perturba nuestra capacidad de integrar ambas fuentes de información.

Escuchar no es simplemente captar ondas sonoras. Es un acto profundo de interacción con el mundo que enriquece nuestra comprensión del entorno. Las frecuencias sonoras, aunque invisibles a la vista, también se sienten: el tacto puede “escuchar”. En conciertos, por ejemplo, las vibraciones de las frecuencias bajas impactan nuestro cuerpo, amplificando la experiencia emocional de la música. Esta capacidad de “sentir” el sonido subraya la naturaleza profundamente interconectada de nuestros sentidos.

El oído también es crucial para nuestra ubicación espacial. Los cálculos automáticos del cerebro nos permiten determinar con precisión la ubicación de una fuente sonora, su movimiento y su distancia. Un ejemplo cotidiano de esta habilidad es cómo reconocemos a un miembro de nuestra familia simplemente por los sonidos que genera al entrar en casa. Podemos discernir si es mamá o papá, qué tipo de calzado lleva, hacia dónde se dirige y, sorprendentemente, incluso su estado de ánimo. Esta capacidad de escuchar emociones a través de los matices sonoros es un testimonio de la profundidad de nuestra percepción auditiva.

La gastronomía es otro ejemplo extraordinario de integración multisensorial, donde el sonido juega un papel inesperadamente vital. El sabor no es solo una combinación de información olfativa y gustativa; también está influenciado por el sonido en mayor medida de lo que nos damos cuenta. En primer lugar, los sonidos que produce el alimento, como el crujido de una zanahoria al ser cortada, nos brindan pistas sobre su frescura y calidad. En segundo lugar, la tribología acústica, o los sonidos generados durante la masticación, también afecta nuestra percepción del sabor; las vibraciones amplificadas por nuestro cráneo contribuyen a esta experiencia única.

En el cerebro, esta interacción es procesada en el córtex insular, una región clave para integrar señales gustativas, olfativas y somatosensoriales. Además, las áreas auditivas del lóbulo temporal también se activan, conectándose con el sistema límbico para intensificar las emociones relacionadas con la experiencia gastronómica. Finalmente, el contexto sonoro externo también importa: no es lo mismo degustar un ceviche mientras suena una salsa de Héctor Lavoe que hacerlo rodeado de ruidos de tráfico o de una sonata de Mozart. Es gracias a esta integración que creamos relaciones emocionales con nuestros alimentos, y por eso nada sabe igual que la sopa de la abuela, aunque sea la misma receta.

En conclusión, la audición no es un sentido aislado; es un eje central en la compleja red de la percepción multisensorial. Al fusionar información de diversas fuentes, el cerebro construye una experiencia rica y cohesiva del mundo. Reflexionar sobre cómo los sentidos interactúan no solo amplía nuestra comprensión de la percepción, sino que también nos invita a reconsiderar nuestra relación con el entorno. Cada sonido que escuchamos, cada vibración que sentimos, cada combinación sensorial que experimentamos es un recordatorio de que vivimos en un universo interconectado, donde nada funciona de manera aislada. Al comprender esta intrincada danza sensorial, podemos apreciar con mayor profundidad la maravilla que es estar vivos y conscientes en este mundo.


Sobre la autora

BerniUbidia_Author1

Bernarda Ubidia es una productora y compositora musical nacida en la ciudad de Quito- Ecuador en 1989. Presidente del comité AES Ecuador. Actualmente es la Coordinadora de la carrera de Producción Musical y Sonora en la Universidad de las Artes y docente en las asignaturas relacionadas con el itinerario de bandas sonoras. Bernarda ha trabajado en múltiples roles dentro de la industria musical Ecuatoriana incluyendo la docencia, producción de eventos, producción musical, dirección, producción y curaduría de festivales. Composición y sonorización en cortos, largometrajes, comerciales e instalaciones audiovisuales. entre otros. Realizó sus estudios en la Universidad San Francisco y posteriormente obtuvo un Master en Scoring for Film Television and Video Games en Berklee College of Music en la ciudad de Valencia- España.

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